Negocios y Empresas

19 de septiembre de 2025

La pesadilla animatrónica de Goro: cómo el gigante de látex casi arruinó Mortal Kombat, la película y su impacto en la producción

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19 de septiembre de 2025

La pesadilla animatrónica de Goro: cómo el gigante de látex casi arruinó Mortal Kombat, la película y su impacto en la producción

Descubre los secretos detrás del icónico Goro animatrónico en la primera película de Mortal Kombat. Conoce cómo este costoso y complejo muñeco de cuatro brazos revolucionó los efectos prácticos de los 90, enfrentó enormes desafíos en el rodaje y se convirtió en un símbolo inolvidable de la saga. Una mirada única al impacto y legado de uno de los personajes más emblemáticos del cine de videojuegos.

Cuatro brazos mecánicos, un millón de desafíos: la odisea de Goro en Mortal Kombat

Cuando se estrenó la primera película de Mortal Kombat, había una certeza ineludible: Goro debía estar presente. El príncipe shokan, con sus cuatro brazos y su imponente figura, era el rostro de la brutalidad que definía la saga. Sin embargo, llevarlo a la pantalla grande fue una auténtica pesadilla para el equipo de producción, y no solo por su breve tiempo en pantalla.

Para entender la magnitud del reto, hay que aclarar un punto clave: Goro no fue creado por CGI, sino como un animatrónico de última generación. Un titán mecánico, más cercano a los animatrónicos de Five Nights At Freddy’s que a cualquier efecto digital de la época. Su construcción costó un millón de dólares, una cifra descomunal dentro de un presupuesto total de 20 millones. En los años 90, solo los grandes estudios podían permitirse efectos digitales realistas al estilo Jurassic Park, y Mortal Kombat no era uno de ellos.

El animatrónico de Goro, obra del galardonado Studio ADI (responsables de criaturas en Alien, Predator y Spider-Man), medía más de dos metros y requería hasta 13 personas para operarlo. Cada brazo funcionaba de manera independiente gracias a motores hidráulicos y cables, mientras que su rostro incorporaba mecanismos para mover ojos, boca y cejas, logrando expresiones convincentes. El resultado era una mezcla de tecnología y artesanía que, aunque limitada, imponía respeto en cada aparición.

Pero la realidad detrás de cámaras fue mucho menos glamorosa. El animatrónico era tan complejo y delicado que ralentizaba el rodaje, exigía cuidados extremos y era incómodo para quien debía manipularlo o estar dentro de él. Las escenas de combate, lejos de la espectacularidad de los videojuegos, se resolvieron con ingeniosos ángulos de cámara y edición rápida para disimular las limitaciones del muñeco.

A pesar de todo, prescindir de Goro nunca fue una opción. Su silueta era tan icónica como el dragón de Mortal Kombat, y su presencia era esencial para transmitir la esencia del juego original, que revolucionó los arcades y el sistema de clasificación por edades. Aunque el filme era un pastiche de clichés de artes marciales y acción, Goro era el pilar que sostenía la brutalidad de la franquicia.

La producción de Mortal Kombat estuvo plagada de contratiempos: Cameron Díaz iba a ser Sonya Blade, pero una lesión la dejó fuera; Jean Claude Van Damme, inspiración para Johnny Cage, prefirió protagonizar Street Fighter; y Steve James, el elegido para Jax, falleció antes del rodaje. Sin embargo, el mayor dolor de cabeza fue, sin duda, Goro.

El resultado, sin embargo, fue memorable. Aunque Goro tuvo pocas escenas y combates, su presencia dejó huella y permitió que personajes como Johnny Cage brillaran en momentos clave. El animatrónico, lejos de parecer un simple muñeco, se integró perfectamente en la atmósfera de la película y ha envejecido mucho mejor que otros efectos digitales de la época, como el Reptile generado por ordenador.

Hoy, la cabeza original de Goro se exhibe en el museo de NetherRealm Studios, rodeada de trofeos y recuerdos de la saga. Es una pieza de culto para los fans y un recordatorio de una época en la que los efectos prácticos eran sinónimo de ingenio y dedicación.

En retrospectiva, el Goro animatrónico de Mortal Kombat no solo fue un hito técnico, sino también un símbolo de la pasión y el riesgo detrás de una de las adaptaciones de videojuegos más exitosas y queridas de los 90. Un logro que, pese a sus dificultades, sigue siendo motivo de orgullo para quienes lo hicieron posible.

Germán Huertas

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Cuatro brazos mecánicos, un millón de desafíos: la odisea de Goro en Mortal Kombat

Cuando se estrenó la primera película de Mortal Kombat, había una certeza ineludible: Goro debía estar presente. El príncipe shokan, con sus cuatro brazos y su imponente figura, era el rostro de la brutalidad que definía la saga. Sin embargo, llevarlo a la pantalla grande fue una auténtica pesadilla para el equipo de producción, y no solo por su breve tiempo en pantalla.

Para entender la magnitud del reto, hay que aclarar un punto clave: Goro no fue creado por CGI, sino como un animatrónico de última generación. Un titán mecánico, más cercano a los animatrónicos de Five Nights At Freddy’s que a cualquier efecto digital de la época. Su construcción costó un millón de dólares, una cifra descomunal dentro de un presupuesto total de 20 millones. En los años 90, solo los grandes estudios podían permitirse efectos digitales realistas al estilo Jurassic Park, y Mortal Kombat no era uno de ellos.

El animatrónico de Goro, obra del galardonado Studio ADI (responsables de criaturas en Alien, Predator y Spider-Man), medía más de dos metros y requería hasta 13 personas para operarlo. Cada brazo funcionaba de manera independiente gracias a motores hidráulicos y cables, mientras que su rostro incorporaba mecanismos para mover ojos, boca y cejas, logrando expresiones convincentes. El resultado era una mezcla de tecnología y artesanía que, aunque limitada, imponía respeto en cada aparición.

Pero la realidad detrás de cámaras fue mucho menos glamorosa. El animatrónico era tan complejo y delicado que ralentizaba el rodaje, exigía cuidados extremos y era incómodo para quien debía manipularlo o estar dentro de él. Las escenas de combate, lejos de la espectacularidad de los videojuegos, se resolvieron con ingeniosos ángulos de cámara y edición rápida para disimular las limitaciones del muñeco.

A pesar de todo, prescindir de Goro nunca fue una opción. Su silueta era tan icónica como el dragón de Mortal Kombat, y su presencia era esencial para transmitir la esencia del juego original, que revolucionó los arcades y el sistema de clasificación por edades. Aunque el filme era un pastiche de clichés de artes marciales y acción, Goro era el pilar que sostenía la brutalidad de la franquicia.

La producción de Mortal Kombat estuvo plagada de contratiempos: Cameron Díaz iba a ser Sonya Blade, pero una lesión la dejó fuera; Jean Claude Van Damme, inspiración para Johnny Cage, prefirió protagonizar Street Fighter; y Steve James, el elegido para Jax, falleció antes del rodaje. Sin embargo, el mayor dolor de cabeza fue, sin duda, Goro.

El resultado, sin embargo, fue memorable. Aunque Goro tuvo pocas escenas y combates, su presencia dejó huella y permitió que personajes como Johnny Cage brillaran en momentos clave. El animatrónico, lejos de parecer un simple muñeco, se integró perfectamente en la atmósfera de la película y ha envejecido mucho mejor que otros efectos digitales de la época, como el Reptile generado por ordenador.

Hoy, la cabeza original de Goro se exhibe en el museo de NetherRealm Studios, rodeada de trofeos y recuerdos de la saga. Es una pieza de culto para los fans y un recordatorio de una época en la que los efectos prácticos eran sinónimo de ingenio y dedicación.

En retrospectiva, el Goro animatrónico de Mortal Kombat no solo fue un hito técnico, sino también un símbolo de la pasión y el riesgo detrás de una de las adaptaciones de videojuegos más exitosas y queridas de los 90. Un logro que, pese a sus dificultades, sigue siendo motivo de orgullo para quienes lo hicieron posible.

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